viernes, 30 de marzo de 2007

El dulce viento

Hay una frase que dice no vuelvas nunca al sitio de tus viejas alegrías, pero otro que dice recordar es volver a vivir, no se que si solo una tenga razón o las dos se complementen y por supuesto si hay forma de que coexistan las memorias en un presente continuo no es tan importante en este momento.

Bueno la cosa esta en que he estado escuchando viejas canciones y viajando a lugares del pasado con ellas y es una forma tan increíble de marcar épocas, te puedes transportar no solo al lugar, además te trae las sensaciones de ese entonces, y volví a reír, emocionarme, a alegrarme, pero también a llorar a preocuparme y a ponerme triste.


Es triste que me olvide de las cosas y que no las haya continuado, pero es tan hermoso tener nuevos caminos, nuevas posibilidades nuevas experiencias que algún DIA serán también un recuerdo lleno de sensaciones.

Así pues me puse a viajar por la primaria, la prepa, la niña que me gustaba, la angustia del otro niño que me golpeaba, el no sentirme aceptado, el superarlo, el conocer amigos que fueron tan importantes y que sin embargo les perdí la pista. Otras etapas todas tan importantes en lo que soy ahora, y todas tenían una canción, un momento sensaciones, fue abrir mi álbum foto musical. Al final por eso de las 4 de la mañana estaba tan cansado, que no pude seguir..

Desperté con una canción en la mente, que me hablaba de todas las épocas y de todos los futuros, de todos los presentes paralelos también...


El dulce viento... del final


Pudo ser que cada día pudo ser tal vez,
Tu faz el viento.
y partir por uno y mil senderos
luego de nacer de barro y fuego.

Salí dije adiós a mi reflejo
y murmure mi propio y vano duelo

bella jugada del azar
Súbito anhelo al porvenir
por laberintos navegar
sin miedo a hallar el fin.

En el jardín del tiempo
puedo ver mi sombra navegar
no pido más que mis recuerdos
y mis alas al llegar el dulce viento del final.

va y ven de soles que seducen
y no se si soy , si he sido, o no seré

volar sobre la tempestad
la luna baja y circular
siglos y siglos y es aquí que todo pasa...
En el jardín del tiempo puedo ver mi sombra navegar

jueves, 29 de marzo de 2007

El otro yo

Este es el principio de un cambio, de un propósito, parte pues por rumbos desconocidos y piérdete hasta encontrarte o morir en el intento.

Se trataba de un muchacho corriente: en los pantalones se le formaban rodilleras, leía historietas, hacía ruido cuando comía, se metía los dedos a la naríz, roncaba en la siesta, se llamaba Armando Corriente en todo menos en una cosa: tenía Otro Yo.El Otro Yo usaba cierta poesía en la mirada, se enamoraba de las actrices, mentía cautelosamente , se emocionaba en los atardeceres. Al muchacho le preocupaba mucho su Otro Yo y le hacía sentirse imcómodo frente a sus amigos. Por otra parte el Otro Yo era melancólico, y debido a ello, Armando no podía ser tan vulgar como era su deseo.Una tarde Armando llegó cansado del trabajo, se quitó los zapatos, movió lentamente los dedos de los pies y encendió la radio. En la radio estaba Mozart, pero el muchacho se durmió. Cuando despertó el Otro Yo lloraba con desconsuelo. En el primer momento, el muchacho no supo que hacer, pero después se rehizo e insultó concienzudamente al Otro Yo. Este no dijo nada, pero a la mañama siguiente se habia suicidado.Al principio la muerte del Otro Yo fue un rudo golpe para el pobre Armando, pero enseguida pensó que ahora sí podría ser enteramente vulgar. Ese pensamiento lo reconfortó.Sólo llevaba cinco días de luto, cuando salió la calle con el proposito de lucir su nueva y completa vulgaridad. Desde lejos vio que se acercaban sus amigos. Eso le lleno de felicidad e inmediatamente estalló en risotadas . Sin embargo, cuando pasaron junto a él, ellos no notaron su presencia. Para peor de males, el muchacho alcanzó a escuchar que comentaban: «Pobre Armando.Y pensar que parecía tan fuerte y saludable».El muchacho no tuvo más remedio que dejar de reír y, al mismo tiempo, sintió a la altura del esternón un ahogo que se parecía bastante a la nostalgia. Pero no pudo sentir auténtica melancolía, porque toda la melancolía se la había llevado el Otro Yo.

Mario Benedetti